domingo, 18 de noviembre de 2018

ROCKFLEXIONES

Nos ha vuelto a pasar: sábado en Ribadeo, es fin de semana y nada te apetece más que quedar con unos amigos y salir un poco a despejar, a hacer algo distinto de lo que llevas haciendo toda la semana. En la cabeza una idea: “Unas birras y un concierto sería el planazo perfecto, sin duda. Y si no, rock, ¡tiene que haber algún sitio dónde desconectar!”, empiezas a desesperarte y de repente aparece el plan: Concierto. ¿Dónde? En Gijón. Pues me apunto. Asíque una vez más toca pillar el coche y desplazarse para acceder a locales que apuesten por la música en directo, pero ¿por qué? Sabemos de sobra que es difícil mantener un local en los que la música sea la protagonista. Muchos han cerrado por falta de público (ejem, ejem) y otros por problemas burocráticos. Si no hay público, no puede haber locales, pero ¿qué pasa si hay público? que los gerentes se pasan con los precios. Parce un poco abusivo que una cerveza de serie te cueste 3.50 o que una copa te suba a 7. Y más que abusivo, nos parece muy poco inteligente, ya que si pensabas en consumir en el local, te tomas una y cuando acabe el conci, te vas a otro lugar más asequible. Es solo una “rockflexión” que surge en el viaje de vuelta, tras una noche de concierto.

Así es como este pasado sábado nos desplazamos hasta la sala Memphis para ver a Los Motores, conmemorando los cerca de treinta años del lanzamiento de su disco “Si Quieres Un Amigo Cómprate un Perro”. En esta ocasión los de Vigo estaban precedidos por Sartenazo Cerebral, a los que hace tiempo  conocemos, pero que no habiamos visto en directo. Se trata un grupo de Avilés que tocan punk rock con un formato, ante todo, divertido. Y en la Memphis nos ofrecieron clásicos de su repertorio como “Aquarius, Spiz y Doritos” o "Nos vemos en NaBarra".



A continuación aparecieron por el escenario Los Motores con muchas ganas, y poco público. Fueron levantando el ambiente hasta crear esa atmósfera rockera en la que se disfruta de una buena noche. Con canciones como “Nunca quise ser como tú” o “Si quieres un migo, cómprate un perro” Los Motores nos demostraron porqué llevan años sobre las tablas y porqué la Warner se ha interesado por ellos. El sonido de la sala delataba la veteranía de los gallegos y éstos se mostraban cómplices y a gusto con el público. Todo bien hasta que la noche dio un pequeño giro y aparecieron en escena dos “artistas” inesperados enzarzados en una trifulca sin pies ni cabeza y cayendo sobre el escenario cual cucarachas volteadas, puramente Kafkiano. Un espectáculo lamentable y bochornoso de los que te deja con la boca abierta un buen rato. Y si no, que se lo pregunten al bajista al que desde ese mismo momento, le costó recuperarse de la incomprensión ante lo que había ocurrido. No daba crédito, ni muchos de nosotros tampoco, por supuesto.



Afortunadamente, estas ganas de protagonismo y falta de autocontrol, quedarán como una simple anécdota, ya que los músicos, del modo más profesional posible, hicieron alarde de su templanza y retomaron tema y concierto tras los cinco minutos de desconcierto inicial. Y de este modo, nos quedamos con las buenas vibraciones y con el buen sonido de Los Motores.

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